ABCdario / PALABRA DE HONOR

Por Víctor Octavio García

 

Me platicaba mi papá, QEPD, que poco después de la revolución orteguista en 1914, mi bisabuelo –Ildefonso García Torres– con quien se creó desde niño, un día le confió que siendo “arriero” que “cabestreaba” ganado de la sierra a San José del Cabo donde era embarcado para el norte, tuvo una mala racha al escasear el trabajo, la comida, una sequía muy fuerte que se vino y una serie de enfermedades y males en la familia, en ese tiempo andaba como los beduinos, en ocasiones de huertero, en otras de ranchero y ocasionalmente de tejedor de riendas y cabestros; en Caduaño de donde era natural y vivió la mayor parte de su vida, había un señor muy rico que tenía mucho ganado llamado David Ojeda, “cotorro” (nunca se casó), vivía cerca de don Ángel Ojeda, su hermano, quien sí tuvo una prolífica familia, una próspera huerta, algo de ganado y un molino de caña (trapiche), todavía a mediados de los años 60’s me tocó conocer las ruinas de la casa que a su vez fue la casa de sus padres a orilla de un ojo de agua.

De don David Ojeda existen varias anécdotas, muchas de ellas relacionadas con fallidos intentos de paisanos que querían asesinarlo para quedarse con su dinero y ganado, pero la libró, murió de viejo y de muerte natural en los años 50’s., un día que mi bisabuelo andaba “arrastrando la cobija” con la familia enferma, sin trabajo y sin nada que comer, buscó a don David con quien tenía amistad de toda la vida, don David era muy reservado y discreto para pedirle prestado dos pesos con cincuenta centavos –el equivalente a 2,500 pesos de ahora o más–, en anteriores ocasiones ya lo había hecho, así que se apersonó con él, don David acepto de buen talante y le pidió que lo acompañara a un potrero que tenía colindante con la huerta de los Marrón, tal como había ocurrido en otras ocasiones, ya que cruzaron el potrero antes de internarse en el monte le pidió que sentará en una piedra de espaldas a él y que lo esperara, a los diez o quince minutos regresó con los dos pesos cincuenta centavos, los arrojó sobre la piedra y le dijo, “mira Ildefonso, así como te los entrego quiero que suenen cuando me lo regreses”, mi bisabuelo los recogió y le dio las gracias, cada quien para sus casas por su lado.

Mi bisabuelo había hecho el juramento de que a nadie le diría el lugar de donde don David sacaba el dinero, juramento que lo honró hasta su muerte, al fin palabra de honor, a mi papá le confió aquel episodio para que valorara no solo las etapas difíciles que había enfrentado sino el valor real e intrínseco de la amistad, el significado de la palabra de honor, ya que murió don David y estando muy joven mi papá le rogó mucho para que le dijera donde supuestamente don David tenía “enterrado” su dinero, ruego que siempre fue negado y denegado, jamás le confió el lugar exacto, excepto referencias generales.

Como conocía la historia del dinero “enterrado” de don David Ojeda, un día le platique a José Lucero, amigo de la familia, mucho mayor que yo, y decidimos ir a buscar el “entierro”, fue antes de 1970, el año exacto no lo recuerdo, aún estaba en la primaria, ese día cayó un torrencial “aguacero” que aprovechamos para ir a buscar el “entierro”, era un potrero plano, la mitad desmontando, no se sembraba por falta de agua, eso sí “empastaba” muy bien, así que en época de secas metían ganado para que “basureara”, había varias piedras grandes de arroyo en la zona de pastizales enterradas a medias o simplemente a ras de tierra, toda una tarde anduvimos buscando el “entierro” escarbando alrededor de las piedras o de algún palo que nos parecía especial, y nada, después volví a ir en un par de ocasiones más que a buscar el “entierro” a “curiosear” la zona, todavía me llama la atención el potrero después de más de 50 años.

Hasta donde sé mi papá nunca fue a buscar el “entierro” de don David Ojeda, me platicó la anécdota estando muy chamaco, nunca se me ha olvidado de suerte que cuando eventualmente pasó por la orilla del potrero siento una atracción mítica del lugar, como bíblica, hace muchos años que no ando por esa zona que seguramente debe estar muy cambiada por las lluvias y por el mismo proceso de deforestación y degradación de la tierra, en aquel tiempo estaba cercado, la mayor parte con brazos de vinoramas y mezquites tendidos sobre el suelo a manera de cerco. ¡Qué tal!

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