ABCdario / VELORIO EN “LA AGUADA”

Por Víctor Octavio García

 

A mi yerno Juan José Geraldo, en su cumpleaños. ¡Muchas felicidades Juan!

 

A mediados de los 90´s, la familia Cuevas recibió una triste y desconsolada noticia en la isla o islote del Pardito, había fallecido don Cipriano Lara, esposo de doña Loreto Almaraz, en “La Aguada”, en isla San José, y había que acompañar a la familia en tan difícil trance, los Cuevas tenían y tienen una fuerte y vieja amistad con la familia Lara, al fin familias de pescadores como ellos, la noticia era escueta pero concreta; velarían a Cipriano en su casa, cerca de la playa, y lo sepultarían ese mismo día en el panteón de “La Aguada”, hoy “La Palma Sola”, en isla San José, un día antes había “caído” el noreste -que duran tres o cuatro días- y había fuerte marejada y mucho viento, “alistaron” la mejor panga que tenían y ¡fierros! pa “La Aguada” cinco de los Cuevas, entre ellos el que me compartió esta anécdota, sin pensar dos veces se hicieron a la mar oscureciendo a enfrentar el rigor del noreste con fuertes marejadas e intensos viento, había que armarse de valor, arrojo y decisión para cruzar a la isla San José en medio de aguas agitadas, hacen la travesía sin contratiempos y llegan poco antes de las ocho de la noche a la isla San José, la casa de Cipriano quedaba a orilla de la playa, varan la panga y se dirigen a la casa donde estaban velando el cuerpo, lo tenían tendido en un catre en el corredor de la casa, el catre con un sábana blanca y el difunto -“dijunto” dicen en mi tierra- amortajado con un paliacate colorado en la cabeza, dan el pésame a la familia y se sientan alrededor del cuerpo tendido en medio del corredor “aluzados” con faroles, lámparas de petroleó y veladoras, doña Loreto Almaraz, desconsolada y abatida dentro de su casa, los Cuevas la procuran y entran a la casa para darle el pésame e inyectarle ánimo, toda la familia estaba a la espera de que llegarán con la “caja” (ataúd) que cruzarían desde San Evaristo a la isla San José en medio de fuertes marejadas.

A medianoche los familiares del difunto se retiran y uno por uno y se salen del corredor, los Cuevas creen se “jueron” a dormir y que dejaron solo el cuerpo, ellos esperan, no querían dejar solo el “cuerpo”, el catre tenía una sábana blanca que cubría todo incluido el cuerpo de Cipriano, nadie se da cuenta que debajo del catre se había metido un perro grande del tamaño de un pastor alemán, el perro al despertar y buscar la salida de debajo del catre pega un ronquido y mueve el catre, los Cuevas piensan que es el “muertito” y salen despavoridos, entre ellos uno muy miedoso que siempre hablaba de “espantos” y fantamas, corren por el arroyo pa bajo en dirección a la playa cuando escuchan el ruido de un motor, era el motor de la panga donde traían la “caja” (ataúd) de Cipriano, le explican al histérico (miedoso) qué es lo que había pasado una vez que se dieron cuenta que el ronquido y el sorpresivo movimiento del catre había sido provocado por un perro, éste no entiende razones y no deja de llorar, a duras penas lo convencen de volver de nuevo al velorio, ya estaban todos los familiares alrededor del difunto, a medianoche habían salido “espichaditos” a comer, habían matado unos chivos pero a los Cuevas nunca les dijeron nada, y los Cuevas pensaron que se habían ido a dormir, ya cenados regresan de nuevo a velar al difunto.

Los que habían hecho ruido en la playa con el motor varan la panga donde traían la “caja” (ataúd) y se dirigen a la casa donde estaban velando a Cipriano, tenían urgencia de sepultarlo, el cuerpo no estaba preparado y allá no había hielo, así que urgía darle sagrada sepultura, una vez que llegan con la “caja” esa misma madrugada, a eso de las dos de la mañana lo llevan al panteón para darle sagrada sepultura “aluzados” con faroles y focos de manos, una vez que entierran a Cipriano los Cuevas regresan a la casa de los Lara a tomar café y echarse un taco (comer) para regresarse en las primeras horas de la mañana pal Pardito después de haber cumplido con la familia Lara. Vaya esta breve anécdota como un homenaje póstumo a dos sudcalifornianos sin par; don Cipriano Lara y doña Loreto Almaraz, que hicieron patria en diversos campos pesqueros en el golfo de california forjando la Baja California Sur que hoy disfrutamos. Descansen en paz tan ejemplares sudcalifornianos.

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