ABCdario / ¡AQUELLOS DÍAS!

Por Víctor Octavio García

 

* La ostionada

 

Al despuntar el 2000, año de grandes expectativas en el país por el arribo de la alternancia en la presidencia de la República y en varias gubernaturas estatales, incluyendo BCS, armamos una “acampada” en el campo pesquero de Guadalupe, kilómetros delante del Conejo y de Flor de Malva, que es un zona donde sacan mucho ostión, el plan era pasarnos dos días entre los manglares comiendo ostiones, dos días de “matar la pava” como decía Raúl Pedrin, propiamente íbamos los mismos que salíamos de cacería; Victor “Vidorria” Manríquez, el Toño, el Pelón, Juan Vaquero y un servidor; el Toño y el Pelón, ambos hermanos, muy buenos pescadores, mejores cazadores y excelentes amigos, nos llevamos un .22 automático de 10 tiros, bastamente “bastimento” (comida) y suficiente tomadera, cerveza y una botella de whisky ¡Quihúbole!.

Desde que agarramos brecha la lira (guitarra) de Manríquez no deja de “requintear” canciones llegadoras, de esas que hacen gritar al más taimado, llegamos a buena hora a los manglares donde “acampamos”, y entre tragos y tragos juntamos leña, hicimos el “atizadero” y bajamos las hieleras del carro, sillas y mesas mientras Manríquez le rascaba a la valenciana, tarde inolvidable, después de juntar leña le seguimos a la tomada y cantada, cuando comenzamos a sentir que los tragos nos sabían “güenos” le pedimos a Manríquez, que era el único que no tomaba, que cuando escureciera prendiera la lámpara, una lámpara de gas Coleman cuyo cilindro de gas de un kilo o más duraba dos noches, le dimos esa noche hasta las dos de la mañana que nos agarró el cansancio, como era en tiempo de calor no nos acordamos de los tendidos ni de la lona que poníamos de sobra, y así que nos acostamos en el suelo y sin almohadas, Manríquez fue el único que amaneció como el príncipe Carlos, acostado en los tendidos.

Al día siguiente con una ligera cruda, en realidad no fue mucho lo que tomamos, mientras hervía el agua para colar café me dirigí a la playa para echarme un chapuzón, era en tiempo de calor, recuerdo que cuando iba me encontré al Pelón con un balde jaibas -era un hervidero en la mañana- para preparar un caldo, me bañe para quitarle lo encamorrado y me regrese al “paraje” situado escasos metros de la playa, tomamos café mientras el Pelón se puso a limpiar las jaibas, ya que las limpió las metió en la hielera, él y el Toño agarraron un par de espátulas y se fueron a sacar ostiones, dos horas más tarde me hablaron para que acercara el carro a la orilla de la playa al que subieron en la caja del pick up una arpilla y media de ostiones, ostiones gordos mejor que los del Conejo, esa mañana despreciamos los huevos y desayunamos ostiones en la piedra y ostiones asados en las brasas, al mediodía un rico caldo de jaibas con ostiones y un bacoco asado, ese mediodía y noche casi no tomamos por el peso que nos cayó en la panza con la comida, eso si jugamos malilla hasta medianoche y bajamos todo lo que llevábamos en el carro, las costillas cargadas y carne para bistec ni siquiera los tocamos, esa noche dormimos en los tendidos y descansamos del ajetreo de la noche anterior interrumpidos por uno que otro aullar de coyotes y el canto de los grillos.

Al tercer día de nuevo el Toño y el Pelón se fueron a sacar ostiones, esta vez fueron dos arpillas y dos bacocos que arponearon con una fija langostera, desayunamos huevos y al mediodía asamos costillas, nadie comió ostiones ni bacocos, así que después de colar café nos retachamos a esta ciudad después de pasar dos días y dos noches a toda madre en una de las “acampadas” que más he disfrutado, y vaya que llevo varias en mi haber. ¡Qué tal!.

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