DOS PALABRAS / PROFUNDIZACIÓN DEMOCRÁTICA

Por Flavio Díaz Mirón

 

Cualquier líder que se pronuncie a favor de traer consigo más democracia, no lo hará por la democracia en sí misma, sino para acumular más poder en su propio proyecto político. La democracia, que desde la antigüedad se ha analizado, es tan solo un medio para alcanzar un fin. Existen casos como en Alemania, donde Hitler y los nazis llegaron al poder por primera vez no a través de una maniobra autoritaria sino a través de elecciones libres y democráticas. Lo mismo pasó en Venezuela, donde Chávez trató de llegar al poder de manera autoritaria, pero falló, y fue gracias a elecciones libres y democráticas que llegó al poder.

Recientemente, se ha visto un resurgimiento en el discurso democrático por parte del presidente español Pedro Sánchez. Cansado de la oposición y de la crítica, Sánchez se ha pronunciado a favor de una limpieza y de una profundización de la democracia, automáticamente sentenciando a sus rivales y partidos de oposición como antidemocráticos. Parecido ha pasado en México, con los esfuerzos de nuestro todavía presidente López Obrador en llevar a nuestro país a una democracia más directa (p. ej., con referéndums y elecciones de magistrados), con fin de fortalecer su propio proyecto político. Y cualquier opositor a los proyectos e ideas de López son criticados como conservadores y antidemócratas.

La tendencia de crear más autoritarismo con la ayuda de la democracia debería de ser más estudiada dentro de las facultades de ciencia política o de historia de las universidades, de no ser porque la mayoría de los profesores universitarios son de inclinación política socialista, en diferentes grados, pero raros o inexistentes son los casos de contar con profesores declaradamente de derechas. Por tanto, el pluralismo o la diversidad que tanto pregonan los demócratas es tan válida mientras les convenga para fortalecer su propio proyecto político.

Es importante señalar que la democracia original no tiene nada que ver con la libertad individual o social, ni con la igualdad de derechos, ni con el equilibrio de poderes para una organización de Estado. La democracia en su sentido original no es más que un retroceso de toma de decisiones cuando no existe información competente. Al momento de tomar una decisión, siempre es conveniente contar con una persona competente o con la información competente en la materia, para que la decisión sea tomada por vía de la competencia. Sin embargo, si no se cuenta con una persona competente ni con información competente en la materia al momento de tomar una decisión, se opta por una decisión democrática o de mayorías.

Un caso concreto de lo anterior es la manera en que se elige al Sumo Pontífice en el Vaticano. Durante el cónclave, los cardenales de la Iglesia Católica se reúnen para votar quien será entre ellos el próximo obispo de Roma, con información limitada o parcial, dado que hay varios candidatos que quieren ser el próximo Papa. Los cardenales se encierran bajo llave en la Capilla Sixtina hasta elegir, por método democrático o de mayorías, al próximo representante de Dios en la Tierra. Si hubiera alguien en quien fuera obvia su competencia para liderar la fe católica, se elegiría a esa persona, sin necesidad de pensar en otros, pero como en realidad no se sabe, o no es obvia la decisión, o hay otra persona que se disputa el mismo puesto, se elige por la vía democrática.

La elección del Sumo Pontífice pasa, no obstante, desapercibida por politólogos y amantes de la democracia. En esta ignorancia y confusión de lo que es la democracia se tergiversa su significado para dar cabida al uso que le dio Hitler, Chávez, Sánchez, López (y también como caso notable fue en Cuba, donde Castro se mostró a sí mismo como ferviente demócrata), y que muchos otros candidatos repiten sin cesar en épocas de elecciones populares. Una fortaleza de la democracia, como sistema político, presupone que todo el mundo pueda decidir sobre los asuntos importantes, cubriendo a todos con un velo de competencia el cual no es real, ni en muchos casos merecida, empero, logra movilizar a centenares inclusive a cientos de miles de personas a favor o en contra de un proyecto político determinado.

Es preciso mencionar que en la fortaleza mencionada radica también su debilidad. Al poner el destino del Estado en las manos de personas que no son competentes, no siempre se alcanza la mejor decisión, y a menudo se imponen caprichos o errores catastróficos. Aunado a esto, las personas en el poder, más preocupadas por sí mismas que por las vidas de sus conciudadanos, se aprovechan de su incompetencia para instaurar en su país los cambios necesarios, con tal de poner en práctica sus proyectos con ideas o ideologías que no tienen base en la realidad, o que cuentan con una base científica dudosa.

Regreso a lo mismo: México no necesita más democracia sino más libertad que permita a las personas desarrollar su propia competencia en las áreas que más les convengan. Si hay políticos y líderes que encuentran en esta última idea una cierta amenaza es porque en verdad sí es una amenaza: dado que no hay cosa más peligrosa para un político que una persona autosuficiente y competente.

 

Flavio Díaz Mirón Rodríguez

Lic. Ciencia Política por la UDLAP

diazmiron.flavio@gmail.com