Por Alejandro Barañano
Tengo varios amigos que militan y que están plenamente convencidos de las bondades que existen al interior del Partido Revolucionario Institucional. Son amigos de verdad, y que por lo tanto se les debe hablar sin tapujos.
Lo digo porque hace unos días uno de esos amigos me cuestionó: ¿Qué le pasó al PRI en las pasadas elecciones? Y quizá la respuesta no les podrá gustar a varios tricolores, pero hay razones suficientes para contestar la pregunta.
Desde mi punto de vista la operación política de los gobernadores priistas para mantener el poder en sus entidades fracasó, y salvo Alfredo del Mazo en el Estado de México y Miguel Ángel Riquelme en Coahuila, ya que pudieron franquear ese obstáculo con sus asegunes, cosa que sus pares no lograron en los ocho estados que gobiernan por unos meses más.
Los resultados de los comicios del 6 de junio apenas están develando muchas tramas que aún no tienen final, pero sí algunas lecturas iniciales. Y lo digo porque los mandatarios estatales del partido tricolor subestimaron el reparto de billete al electorado por parte del gobierno federal y por otras fuerzas fácticas que se extienden en varias regiones del país.
Desde luego, y no se puede negar, los malos gobiernos priistas también fue otra de las razones que provocaron que el electorado les propiciara un doloroso revés; sin embargo en esta reflexión existen algunas contradicciones porque varios de los gobernadores perdedores como Claudia Pavlovich de Sonora, y Quirino Ordaz en Sinaloa, fueron de los mandatarios mejor evaluados por sus paisanos a lo largo de su gestión y aun con eso perdieron.
Además los gobernadores priistas derrotados siempre estuvieron alineados a la cúpula nacional de su partido, es decir a Alejandro Moreno y a la gavilla de secuaces que tienen tomado el edificio de Insurgentes Norte, por lo que la responsabilidad de la derrota debería estar compartida entre todos los perdedores.
También no hay que perder de vista que la debacle del PRI hubiera sido de proporciones mayúsculas si la población no estuviera tan decepcionada de Morena y del mismo Presidente de la República, razón por la que votó por los candidatos de la coalición integrada por el PAN y el PRD, además claro está, por los tricolores.
Sin embargo no hay que equivocarse en el diagnóstico, el PRI perdió y de fea forma por lo que se requiere en primera instancia la renuncia de sus principales líderes nacionales, comenzando por “Amlito” y en enseguida debe darse la refundación de ese organismo político que va en franca picada y que de no surgir un candidato de polendas para la elección presidencial del 2024, pues difícilmente podrán conservar sus prerrogativas como partido político nacional. Tiempo al tiempo.
Ahora bien, ante el anzuelo que les ha tirado el presidente López Obrador a los nuevos diputados del PRI para sumarse a Morena en la aprobación de las reformas constitucionales que requieren la mayoría calificada, la ciudadanía estará muy pendiente por si llegan a tragarse la carnada que les tiran desde el poder.
La gente está decepcionada de los partidos políticos, no hay duda de eso, pero también está dispuesta a participar en democracia para remover a los malos servidores públicos y ahora no se detendrá ni en la revocación de mandato ni en la presidencial del 2024. Así que señores de los partidos políticos y en este caso especial, señores del PRI, sino llevan a cabo los ajustes necesarios y la reorientación del rumbo simple y sencillamente sus días están contados en el ánimo de las mayorías.
Espero no se disgusten los amigos priístas que conservó, y más aún, que no reaccionen como “derechairos” como uno que otro acostumbra; por lo que mejor quien esto escribe seguirá BALCONEANDO. . .