Por Víctor Octavio García
Desde hace tiempo tomé la decisión de no confrontarme ni conflictuarme con nadie, menos por temas políticos, decisión que ha tenido sus pros y contras; el hacha de la guerra la enterré en tierra dura en aras de no utilizarla salvo en casos excepcionales, desde siempre he sido un apasionado defensor de la sudcalifornidad y crítico de lo que a mi juicio –mi verdad– veo mal, circunstancia que me ha llevado a una situación extrema de ser considerado, más allá de un mal necesario, como un periodista incómodo y a la vez ponderado, justo el rango al que todo periodista debe aspirar.
Durante este largo periodo me he dedicado a publicar anécdotas y resaltar nuestras costumbres al amparo de una narrativa “costumbrista” –así la autocalifico–, lo que me ha permitido “nadar de muertito” todo este tiempo, la pregunta es hasta cuándo seguiré en esa zona de confort viendo cómo se reditan las peores prácticas del pasado pisoteando nuestras raíces y costumbres; corrupción, avasallamientos, nepotismo, atropellos, abusos de poder desde el poder, exclusiones, campañas mediáticas –y políticas– de linchamiento y una serie de etcéteras más.
Hoy a la vera de un cambio que no termina de cuajar las amenazas que se ciernen en nuestra contra en nada abonan a nuestra identidad y pertenencia; enconos, odios, divisiones “clasistas”, exclusiones, atropellos, avasallamientos y agandalles son manifestaciones totalmente ajenas a nuestra forma de ser y convivir; nunca antes habíamos vivido una situación de tanta vulnerabilidad e indefensión como hoy; BCS está fracturara, dolida, agraviada y dividida entre buenos y malos, entre corruptos y más corruptos. Hasta cuándo.
Es hora de formar frentes en defensa de lo nuestro, de nuestras raíces, identidad, pertenencia, costumbres e idiosincrasia amenazadas por corrientes migratorias indetenibles y una extranjerización incontenible, las defensas apasionadas de Jesús “Chucho” Castro Agúndez y de Armando Trasviña Taylor de la sudcalifornidad, hoy navegan en aguas encabrilladas si es que no en un océano de indiferencia.
Las transiciones políticas que hemos vivido desde 1999 a la fecha –PRD-PT y PAN– poco o nada abonan en la defensa y preservación de nuestra identidad y pertenencia, más bien han obrado totalmente en contra de nuestros principios originarios y demandas más sentidas; desde el tráfico de tierras hasta el usufructúo de puestos administrativos y de elección popular por personajes oscuros y ajenos a nosotros convirtiéndonos en convidados de piedra o simple referentes geográfico, basta con remitirse al Congreso del estado que en los últimos días ha aprobado una serie de leyes que nada tienen que ver con las demandas ni el sentir de los sudcalifornianos sino con el empoderamientos de grupos de migrantes y de minorías segmentadas.
Cierto, la correlación de las fuerzas políticas no obran a nuestro favor, llevamos muchos años participando en procesos electorales (elecciones) donde otros deciden nuestro futuro, hemos perdido no solo la vitalidad, visión y el tino políticos de conformar nuestros propios contrapesos frente a condiciones tan desfavorables y devastadoras como las que hoy enfrentamos, de ahí que al paso que vamos terminaremos viviendo en reservas como los “pieles rojas” en Estados Unidos. ¡Quihúbole!
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