DOS PALABRAS / ¿NUEVOS PUEBLOS EN MÉXICO?

Por Flavio Díaz Mirón Rodríguez

 

Para planeadores urbanos, el siglo XVIII tiene mucho que enseñarnos, especialmente en Reino Unido. Tal como nosotros ahora experimentamos la sobrepoblación, congestión de tráfico, y gentrificación de nuestras ciudades, la población de Londres de aquella época experimentaba las mismas condiciones.

Disfrutando los frutos de la industrialización y el comercio internacional entre sus colonias y países aliados, Londres era el centro donde todo se manejaba y por donde todo tenía que pasar.

Naturalmente, la ciudad aumentó de tamaño dado que la aristocracia, burguesía y trabajadores se instalaban de manera temporal o permanente en la capital; no sólo se llenó Londres de ingleses sino de una cantidad inmunda de foráneos.

Y como también es natural que exista competencia inclusive rencor entre los hombres, los londinenses locales, e ingleses de otros lugares, apoyaron medidas que auspiciaron la creación de pueblos nuevos afuera de la capital y del mismo país, con la intención de que, por ejemplo, sean los escoceses quienes recién instalados regresaran a Escocia y dejaran a Londres a los ingleses.

Bien, después de que el parlamento británico –el órgano legislativo de aquel reino– discutiera las implicaciones urbanísticas, se creó el sistema de compraventa de tierra para construir los nuevos pueblos, o new towns, fuera de Londres.

Dichos planes no llevaron a la construcción de viviendas baratas, desprovistas de mercados, plazas o servicios cercanos, sino todo lo contrario. Por ejemplo, en Edimburgo, Escocia, se comisionó la creación de un pueblo nuevo al arquitecto escocés Robert Adam, quien era un conocido clasicista. Robert Adam tenía la experiencia necesaria para construir comunidades y diseñó pueblos nuevos que, hoy son patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

Específicamente, Robert Adam diseñó el Edimburgo “nuevo” que hoy se acopla de manera natural con su parte medieval. Robert Adam construyó siete barrios, o colonias, todas con un estilo único, diferenciador, pero siempre empleó arquitectura clásica, salvo en algunos casos donde prefirió el estilo gótico, característico de su país.

Los barrios resultantes son verdaderos ejemplos de comunidades autosuficientes y resilientes, sobre todo, gracias a: El empleo de materiales de construcción naturales y locales; lo que permitió que los edificios e infraestructura cuenten con una prolongada vida útil de prácticamente siglos. Por igual, el uso de materiales locales permitió que los barrios cuenten con su apariencia única y reconocible.

  • Las viviendas se construyeron tomando en cuenta todos los servicios y amenidades necesarios para vivir en comunidad, por ejemplo: tiendas, mercados, clínicas, bancos, clubes, iglesias, escuelas, monumentos, oficinas, parques, jardines, etc. Robert Adam supo emplear la planeación clásica para construir edificios y espacios cívicos de escalas humanas, de usos mixtos, peatonales, y de mucha hermosura.
  • Es innegable que el éxito de Edimburgo nuevo se deba en gran parte a que sus casas, sus calles, sus edificios cívicos, sus parques y vistas son hermosos. Para Robert Adam, y toda su generación, la hermosura era un valor y un fin específico, que debía alcanzarse no como un privilegio sino como un bien común, público, para todos. Hasta sus casas más modestas, tienen las proporciones correctas, acabados funcionales, pero al mismo tiempo con gracia y finura.

Varios pueblos nuevos fueron construidos con las mismas intenciones, por diferentes arquitectos, generando los mismos resultados: nuevas comunidades autosuficientes y resilientes. ––Me pregunto: ¿Qué pasaría si hoy nos impusiéramos ese mismo estándar en cuanto al crecimiento urbano?

Al final, Londres siguió creciendo porque el imperio británico junto con su mancomunidad de naciones también seguía creciendo. No obstante, los pueblos nuevos que fueron construidos bajo las directrices mencionadas ayudaron a consolidar a las economías regionales, inyectándolas con nuevas comunidades, en las cuales los residentes podían dormir tranquilos.

Esto me recordó a los primeros días del gobierno de AMLO, hace seis años, cuando se discutía la descentralización y la sobrepoblación de nuestra capital, Ciudad de México. En vez de mover a las secretarías por la provincia, me preguntó de nuevo: ¿Qué hubiera pasado si se hubiera propuesto nuevas ciudades que, además de contar con todas las amenidades del mundo moderno (por ejemplo: redes 5G, oficinas compartidas, lugares para escalar, etc.) también hubieran sido hermosas?

En México hay 6 millones de viviendas deshabitadas o abandonadas. ¿Cuándo olvidamos la planeación clásica de pueblos y ciudades? Como el Reino Unido del siglo XVIII, México podría auspiciar la creación de nuevos pueblos y ciudades con una planeación clásica para construir nuevas comunidades autónomas y resilientes.