Por Víctor Octavio García
Sostenían los romanos –palabras más palabras menos–; “solo aquellos que encabecen el coraje de su pueblo merecen gobernar”, sentencia que en este país pasa y ha pasado de largo; hace casi tres meses que concluyeron las campañas políticas con un ganador y varios perdedores; el ganador conquistó la gloria y los perdedores se refugiaron en el silencio, y en esa terca cobardía de no dar la lucha y no enfrentar el coraje de su gente, preguntó ¿merecían ser candidatos?
Mérito que nadie podrá negarle a López Obrador quien tras dos derrotas al hilo en el tercer intento conquistó la gloria, se lo merecía, que no coincidamos con su estilo de ejercer el poder es otra cosa; ¿qué hizo el hoy presidente de México que no han hecho lo demás?, sencillamente se puso al frente y encabezó el coraje de su gente a lo largo de 18 años enfrentando una serie de vicisitudes que lo hicieron crecer; en contrasentido hoy tenemos el caso de Ricardo Anaya, un chico pequeño burgués que huye en lugar de enfrentar –con todo y sus consecuencias– las acusaciones que le imputan, ciertas o no; sí Anaya se ampara y se presenta al citatorio que le hace la Fiscalía y enfrenta de cara las acusaciones y señalamientos otra cosa sería; así creció Nelson Mandela en Sudáfrica en medio del apartheid y así, guardada las proporciones, conquistó la gloria López Obrador.
¿Dónde están aquellos que sucumbieron en el intento buscando una candidatura en el 2021?, obviamente tampoco merecían ser candidatos; cierto, la responsabilidad de dirigir un pueblo es de quien conquistó el poder –la gloria–, pero también es corresponsabilidad de los actores políticos, ganadores o no. ¿Quién o quiénes encabezaran el coraje, impotencia, incertidumbre, desosiego e inconformidad de los que votamos u optamos por otras opciones?, ora sí que como reza un famoso comercial televisivo, “necesitamos ver más Bax”.
Quienes decidimos por otras opciones preguntó, a renglón seguido; ¿Quién diablos nos representará?, ¿Quién hará valer nuestras inconformidades y coraje?, interrogantes que quedan sin repuesta como siempre; una clase política acomodaticia y agachona y una sociedad apática e inerte convertida en vil estatua; de los perdedores la senadora Lupita Saldaña es la única que se ha movido obviamente dentro de su zona de confort buscando la dirigencia de su partido (PAN), es decir coleccionando puestos públicos en lugar de ponerse al frente desde su posición privilegiada como senadora de la República, y encabezar desde ahí el coraje y la inconformidad de miles de sudcalifornianos que quedamos huérfanos y en la indefensión tras la derrota del 6 de junio. ¡Qué tal!
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