Por Víctor Octavio García
Con Mucho cariño a Giuliana y Carlos, en sus 7to. Aniversario de feliz matrimonio. ¡Enhorabuena!
Retomando una célebre expresión del profesor emérito, Jesús “Chucho” Castro, disfrute Semana Santa en mis “meras nadadas”, haciendo lo que me gusta y disfruto, brechando, visitando ranchos, oliendo la tierra seca y el monte marchito; cuatro días en Los Llanos de Kakiwui comiendo bien (puro pescado) y durmiendo mejor, qué más puedo pedir.
Un día antes de mi arribo a Los Llanos, don Jesús “Tito” Romero, llevo pescado fresco; cochito, jurel y pulpas de mantarraya seca del campo pesquero Los Burros cruzando la mesa de Umi por el camino real, suficiente para pasar la cuaresma comiendo requetebién; la primera noche hizo mucho frío así que tuve que pedirle una cobija prestada a doña Yoya, las dos que llevaba resultaron insuficientes para enfrentar el viento frio que corría del sur, bonita luna con cielo escarchado, como duermo afuera en el corredor en un catre, me quito el aparato auditivo y me desconecto totalmente del mundo pagano y no pagano, antes de dormir me dijo Fernando, “están gritando mucho los coyotes, ojala no se acerquen a la casa”, como quedo totalmente sordo esa preocupación quedo fuera de mis mortificaciones; la casa está rodeada de corredores por tres lados y cuenta con energía de paneles solares, la luz la dejan prendida toda la noche “aluzando” todo el derredor hacía afuera de la casa para que no lleguen o se acerquen animales y aún sí de vez en cuando llegan gatos monteses, zorras, coyotes, tejones y mapaches, veinte metros detrás de la casa que esta tupido de palos fierros es “pasadero” de “liones” (pumas) que ocasionalmente se escuchan el “llorido” cuando cruzan la brecha en dirección a la mesa de Umi o se ven “juellas” cerca de la casa, en lo personal nunca me ha tocado ver y menos escuchar cuando hacen su travesía.
El día inicia en cuanto se esconde el “lucero” y comienza a “clarear”, a tomar café en la cocina, una o dos tazas y a darle pa´ los corrales a echarle comida al ganado, unos veinticinco vientres a los que hay que echarle alfalfa y concentrado para que medio se mantengan, en el monte no hay nada que “basureen”, imagínese la “gastadera“ de esa pobre gente que van pa´ tres años que nos les llueve, la paca del alfalfa en 180 pesos y el concentrado en 330 pesos, más el acarreo de agua distante de Los Llanos donde no hay a más de quince kilómetros desde Banderitas, agua para el ganado y agua para el uso de la casa, todos los días echan uno o dos viajes en sus carros (pick ups) de mil o mil quinientos litros por viaje, la verdad que ya no hayan la puerta, no pueden vender y malbaratan el poquito ganado que tienen para comprarle comida al mismo ganado y de hacer queso ni hablar, el ganado y las chivas están más para que les den comida que para dar leche.
Después de echarle comida y darle agua al ganado se reinicia el rejuego en la cocina con la amasada de la harina pa´ las tortillas, pescado frito, arroz, frijol y café; en la tarde, pasadas las cuatro, machaca de jurel con tortillas de harina, arroz, frijoles y agua natural. ¡Quién te pego Mayoral!. Ese día doña Yoya se dispuso hacer dulce de calabaza que quedo pa´ chuparse los dedos, en la tarde fuimos a al agua a Banderitas donde tuve la oportunidad de saludar después de dos años a Lupe Encinas, a doña Cochis y a don Abelardo, viejo roble que ronda los 90 años bien vividos, que conoce como nadie la intricada sierra de Umi y Los Llanos de Kakiwui.
Banderitas es un oasis en medio de la escarpada serranía que colinda con la mesa de Umi, mucha agua dulce que brota de ojos de agua dulce provenientes de las filtraciones y escurrimientos de la sierra de La Giganta, en contrates no hay tierras para la siembra, terreno pedregoso y escarpado hacen imposible sembrar excepto verduras y árboles frutales para el autoconsumo siendo por añadidura una zona con mucha agua pero con poca explotación del acuífero.
De un rancho de otro promedian 15 kilómetros de distancia, cruzar llanos y sierras de escaso monte y tierra sedienta contrasta llegar a pequeños oasis con pozas y ojos de agua dulce, el arroyo principal que irriga y le da vida a unas cincuentas rancherías asentadas sobre la ribera del arroyo y en las zonas lacustres de la Sierra de la Giganta, nace justamente en Banderitas, cruza por el Tunalito y llega hasta La Fortuna, distante más de 50 zigzagueantes kilómetros. Admirable y de reconocerse que con sus limitaciones ancestrales, hagan patria en esa árida e inhóspita tierra que es mucho más que desierto, es vida, es misticismo, es historia, es leyenda, es misterio, gracia y don por descubrir.
Familias como los Amador, Ojeda, Encinas, Escobar, Talamantes, Higuera entre otras están ligadas estrechamente a la historia y monografía de la zona, cada familia con su propia historia de sueños y esperanzas comunes basada en la larga espera de la llegada de las lluvias, de las pitahayas, del tiempo de la ordeña y del queso, en suma de un futuro que han esperado y acariciado en más de trecientos años de convivencia común. Vaya para ellos mis respeto, admiración y gratitud por seguir haciendo Baja California Sur desde sus trincheras, que Dios los siga prodigando con sus bendiciones. ¡Qué tal!
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