Por Víctor Octavio García
Ayer –de acuerdo a una nota periodista perdida entre varias notas de ese día– da cuenta que Alfredo Porras ¡ya es morenista! ¡Órale!; la nota que viene ilustrada con fotos del legislador federal posando como si se tratara de un gran tribuno manteniendo a raya a la oposición, extrañamente pasó desapercibida para el grueso de los mortales excepto para algunos periodistas acomedidos que tuvieron tiempo de perder su tiempo hablando bien del “Chato” Porras –como lo tutean sus íntimos–, verbigracia como un victorioso general que cruzó el “paso del Rubicón” Alea jacta, la “suerte está echada” en el seno de una batalla imaginaria.
Lo trascendente de la nota es lo intrascendente del contenido, la paja pues de una nota redactada al amparo de una escondida intención de sorprender ingenuos en medio de la nada; Alfredo Porras lo mismo ha sido priísta (mercadista), perredista, petista y ahora morenista, el clásico saltimbanquis que se mueve como “pelo de zorra”, es decir para donde corre el viento.
Lo curioso que en ese constante cambio de piel –como las víboras de cascabel– y detrás de esa inofensiva y simpática figura –lo que llamaríamos un “lleno al alto vacío”–, existe una larga historia de despropósitos y traiciones; el mismo diputado que calza y viste que votó por la desaparición de los programas sociales de apoyo a la pesca, agricultura, ganadería incluyendo la extinción del Fonden, el mismo legislador que ha guardado silencio cómplice frente al drama diario de niños con cáncer que mueren por falta de medicamentos, el mismo “lleno al alto vacío” que prometió pelear ¡sí cómo no! para bajar el IVA, el ISR y que nos dieran trato de frontera, etc., ahora anda en la inercia “votando” leyes a modo y bajo pedido como la desaparición del fuero, la revocación de mandato y todo el “porquerillero” que promueve y trolea Morena en las cámaras federales.
Al “Chato” Porras lo conozco y lo he tratado circunstancialmente desde hace cuarenta años, un tipo agradable, astuto, preparado, empático, en lo personal me cae bien, lo que me duele es su falta de compromiso para con los sudcalifornianos y con los que menos tienen, su volatilidad como político y su natural predisposición a la traición, a la deslealtad; los sudcalifornianos demandamos resultados y no politiquerias, hechos y no palabras, acciones y no poses que incidan verdaderamente en el desarrollo del estado, existen varios pendientes en los que debe aplicarse para que de veras nos vaya bien a todos, sus constantes cambios de piel no nos dicen nada excepto alimentar la burla soterrada alrededor de un “lleno al alto vació”. ¡Qué tal!
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