Por Víctor Octavio García
He pasado dos veces por Umi, y las dos veces que he pasado he sentido la misma sensación de haber estado antes en ese lugar, un misticismo muy fuerte que me impregna y me remonta a un pasado que no conocí, no sé qué diablos me pasa al igual que en la cueva de la Vieja, cerca del rancho el Aguajito de Moreno del “Prieto” Sosa; en la zona de Umi he pasado dos veces únicamente así que conozco poco o casi nada excepto algunos ancones con centenarias matas de palos fierros y las escarpadas laderas de la sierra, de Umi más que haber leído bastas bibliografías tengo referencias de rancheros que me han hablado de ese viejo asentamiento indígena, en el caso de la cueva de la Vieja y la tinaja de la Vieja conozco la zona como los dedos de mi mano, la he caminado infinidad de veces y aun así cuando la visito me impregna un extraño misticismo, en el caso del basto territorio de Umi es totalmente al revés, nunca lo he caminado y he leído poco de la zona y la sensación en la misma.
Hace muchos años leí un libro que no recuerdo el nombre de su autora, una médium estadounidense, cuyo título “Que hay en el más allá”, que me dejó atolondrado, no sé a quién se lo preste, pero me gustaría leerlo de nuevo ya que en mi primera lectura el asombro no me permitió captar del todo su contenido, de suerte que han pasado varios años y aún me intrigan varias interrogantes que me dejo su lectura, admito con toda honestidad que no soy supersticioso aun cuando honró mis viejas creencias, por ejemplo, de no comer carne de burro cuando sé que la carne es de burro o salir al monte los viernes santo a matar víboras con una vara de palo de arco.
Volviendo a Umi, ese basto territorio que esconde innumerables historias y leyendas -yo le llamo misticismo- irradia magia, un misterio que va más allá de una simple impresión visual de la zona; la última vez que iba a entrar al territorio de Umi detuve la marcha del carro, me “apie” y desde el filo de un pronunciado desfiladero me quede observando, viendo por espacio de cinco minutos, el árido y agreste paisaje que no tiene nada especial con otros paisajes de la zona, de no ser porque en las laderas de la sierra existen 32 ojos de agua o “aguajes” que hacen casi imposible una explicación medianamente sensata sobre su existencia en un territorio tan agreste, inhóspito y árido.
Algo tiene Umi que irradia misticismo, una especie de poderosas fuerzas que se despiertan nostalgias de un pasado desconocido y a la vez familiar para mí, una rara mezcla de sensaciones difíciles explicar, y es justo en este tipo de momentos de éxtasis y letanías cuando me remontó a los orígenes de nuestra tricentenaria “comunidad de sangre”, al indio Chicori y las indias del Aguajito que nos legaron identidad y pertenencia, lo que no entiendo ni acepto es cómo nos quieren imponernos otras culturas y costumbres que nada tienen que ver con nuestro accidentado proceso histórico como es el caso de la cultura afromexicana que promueven las izquierdas en BCS y en todo el país. ¿Qué es la que nos identifica y no une con la cultura afromexicana?, ¡por favor! Hay que respetar y querer un poquito más a BCS
Los primeros migrantes que llegaron a BCS después de los españoles y misioneros fueron los yaquis de Sonora que fueron traídos por los jesuitas para construir las misiones que honran nuestra “comunidad de sangre”, con Sonora nos une historia, coincidencias, identidad y propósitos comunes, pregunto ¿qué chingados nos une o identifica con la cultura afromexicana?, por favor no la chinguen, les recuerdo que la tiendita es chica pero tiene quién la despache, ¿Cómo es que pretenden más diputaciones, sindicaturas y regidurías en un estado que les es totalmente ajeno, y que aun así los recibe con los brazos abiertos y les brinda oportunidades que en su tierra les han negado?.
A la tierra que has de ir hay que respetarla, amarla, cuidarla e integrarse plenamente, no andar con “medios chiles”, cosa que no han entendido muchos sudcalifornianos de “media sangre”, políticos de muy baja monta y arribistas gandallas; duele lo que está pasando en este estado donde los sudcalifornianos originarios, entre los que me cuento, cada vez somos menos y de los pocos que sobrevivimos al avasallamiento de culturas y costumbres ajenas a la nuestra muchos terminan aliándose con los de afuera formando una repugnante mezcla de intereses, costumbres y fines encontrados. ¡Viva BCS! ¡Viva BCS! ¡Viva BCS!. ¡Qué tal!.
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