ABCdario / EMPANADAS DE LIEBRE

Por Víctor Octavio García

 

En memoria de Carlos A. Rondero Savin QEPD

 

Hoy 26 de enero se cumplen 5 años de la partida de Carlos Rondero, entrañable amigo y confidente; lo conocí en 1975 siendo secretario general del Ayuntamiento de La Paz donde fue mi jefe; su nombre de pila Carlos Armando Rondero Savin, descendiente de una familia muy querida y respetada en la zona de Agua Verde, jurisdicción de Loreto, que llegaron a poseer una prospera hacienda, allí arribaban barcos de gran calado con mercancías diversas que se distribuían a través de la tienda de la familia, y desde allí embarcaban lo que se producía localmente desde ganado, carne seca, quesos hasta pescado seco y de escama; coincidí varias veces con él en proyectos periodísticos y políticos, siempre empático, siempre presto a orientarme.

Periodista de carrera, egresado de la escuela Carlos Septién García de la Ciudad de México, chapeado en aquel periodismo romántico de finales de la década de los 60s´ y 70s´; a mediados de los años 80’s y los 90’s publicaba espaciadamente una columna que se llamaba Cazador y la firmaba Tiro loco -o sea él-, era un deleite leerla con un estilo inconfundible, depurado, con gracia, muy de él; elegante, irónico, finito y profundo, admito que siempre traté de aprender su estilo reposado y elegante de escribir pero me quede con el propósito insatisfecho, en ese tiempo leía mucho a Manuel Buendía y creo, a la vuelta de los años, que ambos influyeron en mí.

En lo personal mantuve una relación muy cercana y de afectos con él, quizás más de cuarenta años, algunas veces como jefe, otras como colega; un excelente conversador, hábil, talentoso y oportuno para acuñar frases y manejar tesis como aquella que ABCdario haría celebre, la famosa “tesis ronderiana” de que “aquí no pasa nada, aunque pase”, de ahí el mote de Republicano que le endilgamos sus amigos cercanos; cuidadoso, ingenioso, oportuno, auténtico, con una rica prosa para escribir y para hablar, cuando le preguntaba “oyes Rondero, de donde sacas tantas chingaderas” me contestaba “es que soy muy vago”.

Me visitaba en casa de mi mamá donde tomábamos café y platicábamos por horas, yo también lo visitaba en su casa; era muy especial, no hacia migas con cualquiera, circunstancia que siempre le agradecí que me dispensará con su amistad y confianza de la que algunas veces abusé; sabía que no le gustaban las liebres porque me decía, conociendo mi afición por la cacería, “cuando gustes regalarme un lomito de venado o un cuarto de borrego cimarrón, tu amigo Carlos Rondero siempre estará presto a recibirlo con el mayor de los gustos, nomás no me vayas a regalar liebres, palomas ni chacuacas”; un día agarre varias liebres y conejos en la zona del Cuñano, mi abuela que tenía un sazón inigualable las preparaba en machaca y en ocasiones hacia empanadas, ese día de generosa caza le pedí que me hiciera empanadas, ya hechas me envolvió 12 en una servilleta de trapo y se las lleve a Rondero, Rondero en ese entonces atendía la oficina de enlace del entonces senador José Carlos Cota Osuna por la calle Reforma donde todos los días nos dábamos cita para platicar Fredy López, Chuy Montaño, Enrique Beltrán, Franco Canseco, Franco Domínguez, Tin Liceaga, Luis “Bicho” Robinson, Félix Mario Higuera, Humberto Jiménez Michel entre otros, cuando llegue con las seductoras empanadas estaban los Francos con él, Franco Domínguez y Franco Canseco, ambos se comieron dos cada uno y Rondero, el que no comía liebres, se comió cuatro y las otras se las llevó a Beatriz, su esposa, le gustaron tanto que ni siquiera me pregunto de qué eran y yo, fiel a mi secrecía y maldad, tampoco le revelé de qué eran, mucho menos los ingredientes de ese exquisito manjar culinario, únicamente le confié que mi abuela las había hecho; hoy después de muchos años reveló el secreto mejor guardado de cuando hice comer empanadas de liebres a Carlos Rondero. Descanse en paz mi entrañable amigo y confidente. ¡Qué tal!.

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