Por Alejandro Barañano
El inicio de clases presenciales en Baja California Sur estaba programado para el lunes pasado, sin embargo, y tras los daños que causó a su paso el huracán “Olaf” en algunos planteles educativos, el Comité Estatal de Protección Civil en coordinación con las autoridades de la Secretaría de Educación Pública de la entidad, encabezada ahora por Alicia Meza Osuna, determinaron que será hasta el próximo 20 de septiembre cuando se regrese a los planteles educativos de “forma voluntaria”.
Pero resulta que lo manifestado por Alicia Meza Osuna durante una entrevista radiofónica fue tanto como patear el bitachero, pues aseguró a micrófono abierto que los docentes no están obligados a dar clases en línea, por lo que eso de ir de “forma voluntaria” queda al margen, pues el niño o niña que no asista de manera presencial se verá obligado a sintonizar programas de educación a través de la televisión para aprender. ¿Qué tal?
Este anuncio – de que los maestros no darán clases en línea– parece haber tomado por sorpresa a los maestros y a las autoridades estatales educativas; pues es increíble que después de 44 semanas y con más de 300 días laborables, se diga que “hay que recuperar la escuela primero”. Luego entonces uno se pregunta: ¿Por qué no se fue recuperando paulatinamente? ¿De verdad nadie pensó que este día llegaría? ¿Tan poco importan las y los estudiantes? ¡Por favor!
Además se actualizó la llamada Guía de Orientación para la Reapertura de las Escuelas, que a pesar de las evidencias más recientes, sugiere que los educandos deben consumir sus alimentos dentro del salón de clases, y esto ha generado un contexto de profunda incertidumbre para maestros, estudiantes y los padres de familia.
En pocas palabras, la desidia y la descoordinación entre las autoridades educativas son graves, e incluso irresponsables, porque el desafío es mayúsculo y si no se maneja adecuadamente sus consecuencias podrían ser muy negativas para los maestros, estudiantes y sus familias.
La semana pasada, el Instituto Mexicano para la Competitividad juntó evidencia disponible sobre las implicaciones de la crisis educativa y el resultado es preocupante, ya que la pérdida de aprendizaje que se estima equivale a dos años escolares, lo que podría condenar el futuro profesional de los estudiantes. ¡Así que aguas señores!
Otro dato preocupante es que el Banco Mundial ha calculado que por la pandemia un estudiante promedio podría perder hasta 8 por ciento de su ingreso durante toda su vida productiva. Esto equivale a quitarle un mes de sueldo cada año ¿Qué no lo cree? Pues entonces échele cuentas y verá.
Luego entonces es importante hacer énfasis en que no todos los estudiantes sentirán estos efectos por igual. Quienes durante la pandemia hayan aprendido menos o hayan olvidado más aprendizajes previos, les costará más trabajo continuar con su educación.
Lo anterior está basado en un estudio que estima que el 7 por ciento del total de los alumnos no tuvieron acceso a dispositivos para tomar sus clases ni apoyo en casa, por lo que es muy probable que presenten un rezago académico mucho mayor que el resto de sus compañeros.
Así que la crisis educativa podría ser para muchos una secuela muy drástica que dejará la pandemia del Covid. Sobre todo para las familias de menores ingresos; por lo que mejor quien esto escribe seguirá BALCONEANDO. . .
COMO EN BOTICA
Muy interesantes estarán los trabajos que habrán de desarrollarse el día de hoy en el CONGRESO DEL ESTADO, pues entre otras cosas se dará primera lectura del dictamen del proyecto que presenta la COMISIÓN DE PUNTOS CONSTITUCIONALES Y DE JUSTICIA, relativo esto a la propuesta presentada por el gobernador VÍCTOR MANUEL CASTRO COSÍO referente a la ratificación del PROCURADOR GENERAL DE JUSTICIA EN EL ESTADO.
Y lo digo porque todos sabemos -y duda de ello no existe- que su posición es meramente TEMPORAL y que seguramente una vez que se defina la terna que se analizará para ese puesto podría haber sorpresas para muchos, pues el arranque de DANIEL DE LA ROSA ANAYA no ha sido del todo bueno que digamos. . . ¡HE DICHO!