Por Alejandro Barañano
Dentro de una semana seremos testigos de la instalación de una nueva Legislatura en el Congreso del Estado, la cual –esperamos vehementemente– no resulte otra capirotada más de “representantes populares” que nada tienen que ver con los anhelos y los reclamos de los sudcalifornianos.
Así, bajo esa tónica, despediremos a un grupo de diputados –los peores que se han tenido– que pasarán a la historias con un record difícil de igualar por improductivos, corruptos, simuladores, rapaces, violentos y analfabetos.
Por fin se acabará el juego insulso de las vencidas políticas sin anotaciones ni para unos y para los otros, pues a muchos meses y meses de distancia de parálisis y sesiones canceladas uno se pregunta: ¿A quién benefició o perjudicó el pasmado diferendo legislativo? ¿A Morena, al gobernador Carlos Mendoza Davis o al pusilánime de Ramiro Ruiz Flores? Y hablo de ese diputado que simplemente generó una crisis legislativa por mero capricho. Luego entonces: ¿Quién de los tres se beneficia? Que alguien nos lo explique por favor.
Dentro de seis días terminará una Legislatura donde más de una vez un Juez Federal la declaró ilegal y sin efectos, sobre todo en lo concerniente a las directivas del Congreso del Estado que fueron nombradas aquel 17 de marzo del año 2020, e incluyendo la espuria que se apropió el taimado de Ramiro Ruiz Flores.
Una Legislatura donde queda demostrado que pudo más la soberbia y la ignorancia de algunos cuantos, que el enmendar la plana regresando para rectificar los nombramientos y las renuncias que se hicieron fuera del marco legal de varios funcionarios del Poder Legislativo. Y más aún, sin reconocer con humildad y sin oficio político que obraron mal arrastrando al Congreso del Estado al terreno de la transgresión con sesiones, acuerdos, decretos y dictámenes carentes de sustento jurídico y reconocimiento oficial.
Hay quien asegura que en política los caprichos y las rarezas se pagan caro, y hoy, a seis días de que termine al fin la parálisis legislativa que se ha venido viviendo, ya hay consecuencias desastrosas para unos y para los otros, pues todos pasarán a la historia recordados por sus rabietas, berrinches, caprichos y soberbia que más de una vez mostraron sin pudor alguno.
En suma, confiemos que la nueva Legislatura que está por iniciar no contenga más personajes sofocados y coléricos que les valga un reverendo cacahuate el devenir de los sudcalifornianos, y sobre todo que no solo piensen y velen por sus intereses personales. Más aún, que no secuestren el Congreso del Estado como lo hicieron quienes ahora ya están por irse, mismos que quedaron mucho a deber a Baja California Sur por el hambre de privilegiar sus intereses mezquinos por encima del bienestar de los sudcalifornianos.
Insisto nuevamente con la misma interrogante expuesta líneas arriba: ¿A quién benefició y a quién perjudicó la actitud belicosa, caprichuda y soberbia de los diputados que ya están por irse? ¿A quién? Que sea el tiempo quien nos lo diga, mientras tanto quien esto escribe mejor seguirá BALCONEANDO. . .