Por Salvador Castro Iglesias
Aquellos que ya no están vienen a mi mente hoy, en forma de recuerdos, abrazos, risas, amor y besos dados.
Ellos y ellas que ya no están compartieron este mundo conmigo, en un tiempo, en un momento o en un trecho de mi caminar en esta vida mía.
Siempre los recuerdo ¿saben?, en las tranquilas mañanas al despertar, en mis días difíciles de entender ahí están, recordándome que la vida es así, temporal, frágil y corta.
Llevo a cuestas sus experiencias y enseñanzas compartidas conmigo que me llevaron de la mano a superar tantas cosas y a hacer que mi camino fuera menos pesado.
Tantas tazas de café tomadas por las mañanas con mi madre Graciela crearon ese vínculo que va mas allá de la relación madre e hijo, largas charlas en las que aprendí que todo en esta vida es perfectible, mejorable y que a fuerza de compartirlas conmigo me dejaron pensamientos, formas distintas de pensar, de actuar y de sentir a las mías.
Una de ellas la llevo grabada en mi alma por siempre, haz el bien sin mirar a quién, así me decía mi abuela Carmen sin titubear, porque lo que siembras es lo que recoges.
Mi abuela Elena, con una vida dura a cuestas, a quien Dios decidió probar su fortaleza llevándose a su esposo y a 4 de sus hijos trágicamente, pero que a pesar de ello ella decidió que viviría el tiempo que el decidiera con amor, tesón y compartiendo con quienes decidieran aprender algo nuevo, sin doblarse jamás ni mucho menos quejarse por los designios de Dios para ella.
Aquellos que ya no están tenían formas, pensamientos y actitudes humanas, siempre dispuestos (as) a compartir lo poco o lo mucho que tuvieran con los demás, en especial conmigo, los(as) recuerdo hoy y siempre.
Se extrañan cada día, a cada momento y solo queda esperar el volver a reencontrarse con ellos y sobre todo son ese recordatorio imborrable de que debo continuar con ese linaje de gente de bien, de compartir todo aquello que ellos a se vez me enseñaron, cosas llamadas valores, ética, honorabilidad que tristemente se han ido perdiendo al paso del tiempo.
Tal vez me voy volviendo antiguo, pensando mas las cosas antes de hacerlas, tratando de ser un ejemplo para mis hijas e hijo a pesar de tantos errores cometidos en el pasado, pero siempre de frente y sin desfallecer ni claudicar.
Este día de muertos la tradición obliga a una reflexión, a pensar si mi camino va por el camino soñado para mi hace mucho tiempo por mis muertos, por continuar con sus principios, sus enseñanzas y su ejemplo de tenacidad, de trabajo arduo y fructífero que ellos(as) llevaron en vida para así trascender en la memoria de quienes hoy los(as) recordamos con amor.
Que nunca olvidemos quienes somos, de donde venimos y para que venimos a este mundo. Que cada día (sea día de muertos o no), honremos la memoria imborrable de quienes a su vez nos dieron vida, y transmitamos a quienes vienen detrás nuestro todo aquello que nos distinga como gentes de bien.
Nos leemos más adelante. . .