ABCdario / CRUCEROS

Por Víctor Octavio García

 

Los sudcalifornianos, sobre todo nuestros gobernantes, estamos obligados a leer permanente la realidad; no ha sido fácil construir un estado teniendo únicamente sol y mar, en una tierra sedienta donde el agua es escasa y las distancias enormes. Gracias a la alineación de una serie de factores y circunstancias en poco tiempo Los Cabos se empoderó como uno de los mejores destinos turísticos del país, convirtiéndose en el motor de la economía de Baja California Sur, pero para que eso fuese posible tuvieron que pasar infinidad de cosas -y trabajar mucho- para hacer posible lo que hoy tenemos; no obstante el destino como tal, varias veces se ha salido del mercado por malas decisiones y políticas erradas, cuando el destino se sale del mercado la incertidumbre se apodera de los espacios vacíos con tal voracidad que lo peor siempre queda por venir.

Allá por los años 80´s, cuando Los Cabos iniciaban su despegue no existían las grandes cadenas de hoteles que hoy hay, existía un puñado de hoteleros (pioneros) que fueron los que sentaron las bases que forjaron ese destino de sol y mar, un puñado de hoteleros comprometidos con BCS, que amaban y aman esta tierra, pelearon con todo dando una lucha sin cuartel en defensa de los “picudos”, uno de los atractivos para atraer el gran turismo a Los Cabos, y moviendo mar y tierra para que se construyera la carretera de doble carril que une a Cabo San Lucas y San José del Cabo, vía que permitió que todo el corredor costero se desarrollara en unos cuantos años, ya después, a la par con la demanda de más y mejores servicios se construiría el acueducto Santa Anita-Cabo San Lucas, que actualmente abastece de agua al pujante destino.

Aquel puñado de hoteleros que fueron los que realmente sentaron las bases de la hotelería en Los Cabos, por su origen, identidad y pertenencia, cuidaban el destino como la niña de sus ojos, en aquel entonces ABCdario identificó a dos empresarios turísticos que por años fueron factores de decisión y poder en la zona, a quienes tuteábamos como los “Luises”; don Luis Bulnes y don Luis Coppola, sensibles y conocedores del destino, siempre atentos a lo que ocurría o dejaba de ocurrir, con los años la relación cambió asumiendo los papeles protagónicos una parvada de empelados o gerentes que sin ser dueños de las franquicias hoteleras asentadas en la zona son los que hoy toman las decisiones, una especie de cabilderos, empleados a secas, a quienes se les conoce como los “cadeneros”, simples gerentes de hoteles.

A los “cadeneros” no les interesa el destino, no conocen la zona e ignoran lo que en esencia es el turismo, de ahí que el crecimiento en los últimos años se haya desbordado en medio de la voracidad, el importamadrismo y lo que es peor, un servilismo ramplón; han destruido paisajes, se han apoderado de la zona federal marítima terrestre, adueñado de todo un cuerpo de agua dulce que forma el estero de San José del Cabo, han taponeado cañadas y cambiado violentamente el curso natural de los arroyos, vamos han construido y construyen donde les pega su regalada gana porque han corrompido autoridades de los tres niveles de gobierno, gracias a los “cadeneros” el destino anda al garete, sin orden y sin concierto.

Y justo en este escenario  desordenado, de desconocimiento del destino y de importamadrimo que está por asentarse un terrible golpe al turismo, al querer gravar el cobro de 3 a 5 dólares por cada turista de cruceros que visite Los Cabos, un golpe en seco al destino, cuando lo que se necesita es incentivar los flujos de visitantes con menos gravámenes, mejores servicios y más infraestructura, ojala que los diputados locales y quienes tomen la decisión valoren muy bien lo que traen entre ceja y ceja, varios destinos en el mundo, y por supuesto en el país, se han salido del mercado por malas decisiones, políticas erróneas y lo que es peor, por vendettas y caprichos personales, la historia de la hotelería está llena de amargas experiencias -ver el caso de Acapulco, por ejemplo- que no solo se han salido repetidamente del mercado, sino que se han auto-marginado precisamente por este tipo de decisiones; aumentar el cobró de 3 a 5 dólares por cada turista que llegue en crucero al estado no va a derivar en qué mejoren los recintos portuarios, sino en seguir manteniendo una burocracia voraz y corrupta como la de la API, inflando la “caja chica” en que se ha convertido la paraestatal que sigue sin rendirle cuentas a nadie, absolutamente a nadie, en medio de la peor opacidad, de la que solo se sabe o trascienden los “grandes totales” como en las cuentas que rendía mi General, Agustín Olachea.

Ojala que las autoridades revaloricen bien su decisión cuidando siempre, ante todo y sobre todo el destino, y no por voracidad de unos cuantos terminen matando la “gallina de los huevos de otro”. ¡Chúpense esa!

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