Por Víctor Octavio García
En memoria de Leonel Castro Ruiz. Descanse en Paz.
De joven, de los 6 años hacía acá me quedé con la impresión, cierta o no, que en Caduaño, mi tierra, existía un violín Stradivaruis, mi curiosidad jamás me llevo a verificar lo que en ese entonces se decía, que Leonel Castro Ruiz, personaje pintoresco y muy querido en mi tierra, tenía un violín Stradivaruis, era una especie de leyenda urbana o mito genial, Leonel Castro Ruiz, hijo menor de una de las familias numerosa, “pudientes” y fundadoras de Caduaño, tenía un grupo que tocaba en las fiestas patronales, bodas y en los ranchos colindantes con Caduaño como Las Casitas, El Ranchito, Miraflores, Boca de la Sierra, Agua Caliente, El Chapule, Los Llanos, San Pedro, El Plan, Las Calabazas, La Majada, La Chuparrosa etc., conjunto con mucha demanda en aquel entonces, para nosotros que no sabíamos de música con excepción de las rolas de Los Muecas y los Fredy, era una chulada; Leonel era el jefe y tocaba el violín, Mario Lucero el bandolón, Jesús Verduzco y Alejando Castro, este último hermano de Leonel, las valencianas (guitarras), tenían buen acoplamiento.
Se sabía o al menos se decía en ese entonces, aún no había Google, que los violines Stradivaruis no solo eran famosos sino muy caros, que solo habían hecho 12, los mejores violines del mundo, ora sí que de colección, instrumentos fabricados artesanalmente en 1713 por la familia italiana Stradivari, de ahí su fama y leyenda; Leonel Castro Ruiz murió en 1972, quizás de 50 o 52 años, todavía a una edad temprana, del Stradivaruis nunca más volví a saber nada, mucho menos me cerciore de su autenticidad.
En lo personal poco me llamaba la atención el Stradivaruis sino su estilo personal y reposado de sacarle las notas que lo hacía magistralmente con la destreza y habilidad de un concertista, ver la agilidad como movía los dedos de las manos para hacer llorar el violín era un espectáculo por si solo, recuerdo en especial el vals de la “Jesusita”, Julia y el “novillo despuntado” que estaba en boga, la palomilla lo tuteábamos como “Tatita”, buen hombre, si se quiere ingenuo y escrupuloso pero respetuoso y atento, en las tardes nos reuníamos en la placita que había colindante con la casa de mi bisabuela que no era más que una torta de cemento donde hacían los bailes en la que se escenificaron numerosos pleitos a puños limpio y patadas al estilo de Rogelio Pozo, llegaba con nosotros a platicar, como ya lo conocíamos a media platica algunos de los que estábamos reunidos se tapaba la nariz y gritaba “quién cabrones se está tirando pedos”, Leonel se sacaba un paño (paliacate) de una de las bolsas traseras del pantalón, se protegía la nariz e inmediatamente pelaba gallo (se iba).
Eran los tiempos que comenzaba a conocerse el “Cálate León” a través de la lucha social instigada por las izquierdas en el entonces novel territorio de BCS, el “Cálate Leon” que tuvo su tiempo y días de gloria, sería punto de coincidencias y convergencias de la mayoría de los “izquierdistas” que hoy gobiernan este estado, justo en esa despertar reivindicatorio que con el tiempo cambio totalmente la fisonomía y el pensar de la gente de mi pueblo hasta convertirse el primer pueblo originario en el estado donde se sacaron las huertas, no hay huertas, y los ojos de agua se privatizaron. Vayan estas líneas como un reconocimiento póstumo, sincero y humilde, a Leonel Castro Ruiz, “Tatita”, que desde su modesta trinchera contribuyo en la formación de aquella generación de jóvenes que hoy peinados 60 años y más, dejándonos gratos e imperecederos recuerdos de un pasado que no volverá. Descanse en Paz. ¡Échense ese trompo a la uña!.
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