CLAROSCUROS / ¿EL ÚLTIMO ADIOS?

Por Salvador Castro Iglesias

 

En estos tiempos llamados “De Pandemia” los seres humanos hemos tenido que aprender nuevas formas de convivencia, ya sea a través de las llamadas redes sociales o bien conservando algo llamado “sana distancia”, ver a nuestros amigos y seres queridos desde 1.5 metros de distancia mínima (para evitar contagiarnos de COVID-19) y tocarlos con el puño cerrado y luego untarnos las manos con algún gel desinfectante.

Charlar con un cubre bocas que nos asfixia, que nos hace muy difícil respirar, mientras sudamos la gota gorda.

¿Y qué decir del momento en que alguno de nosotros o alguien allegado se enferma de COVID?, en el mejor de los casos lo aislamos en alguna parte de nuestra casa en espera de que se pueda recuperar pronto y tengamos que verlo partir hacia un hospital, en el que tal vez puedan ayudarlo a sobrevivir.

Cuando eso ocurre sabemos que tal vez ya no lo volvamos a ver, que si fallece estará solo, intubado, y atendido por enfermeras)(os) y médicos anónimos que harán todo lo que en ellos esté para salvar nuestras vidas, pero que no sabremos quienes son por sus trajes, máscaras y demás sistemas de protección para evitar el contagio.

Ahí llegará en el peor de los casos la muerte para llevarlo a quien sabe en realidad donde, al más allá o el más acá, vaya usted a saber.

Y nosotros solo viendo a través de un cristal (cuando sea posible), como ese ser que amamos está tendido y lleno de tubos y equipos de sobrevivencia solo, solo con su soledad y sin poder despedirse de nadie.

Antes era posible llorar a nuestros muertos, lavarlos, cambiarlos, despedirnos de ellos, velarlos y acompañarlos a su última morada en presencia de todos aquellos que en vida los quisieron, hoy ya no es posible.

Este virus en verdad que nos cambió la vida, la forma de verla, aceptarla y adaptarla, muchos no la entienden y siguen tratando de seguir como antes, en sus reuniones, fiestas y en grupos pensando “tal vez a mí no me de esa cosa del virus”, hasta que les da.

Los gobiernos de todos los niveles hacen lo posible, con pocos o muchos recursos, tratando de contener esta pandemia que avanza, se detiene, muta y vuelve a atacar y que a pesar de lo agresiva y contundente que pueda ser ahí está, no se ha ido y sigue destrozando hogares, trabajos, fuentes de ingresos y economías de cualquier nivel, mientras la gente trata de adaptarse, vacunarse, inmunizarse para seguir vivos.

No, no es fácil despedirse de algún ser querido (llámese familiar, amigo o conocido), no es fácil no poder darle el último adiós sin poder tocarlo, abrazarlo y desearle una mejor vida en donde sea y a donde vaya.

Muchos amigos y conocidos míos y sé que de muchos de ustedes ya no están aquí, los despedimos con el corazón, con el pensamiento y rogamos que ahora ya estén mejor, descansando en paz decimos.

Hoy quise escribir estas líneas en memoria de tantos y tantos fallecidos por este mal, porque los recuerdo, los extraño y los pienso.

También como un acto de fe, esa fe que se renueva cada día, confiando en que esto termine pronto, que renazca la humanidad y florezca de nuevo, con nuevas formas de convivencia heredadas de esta pandemia, que entendamos de una buena vez que solo estamos de paso y que nuestro medio ambiente nos pasa la factura por tanto desorden, abuso y explotación de ella.

Vayan para todos ustedes un fuerte abrazo desde esta nueva sana distancia no sin antes pedirles que entendamos que hoy las cosas han cambiado y que en la medida que lo entendamos podremos seguir teniendo el gusto y el privilegio de sabernos sanos y vivos.

Nos leemos más adelante …