Por Víctor Octavio García
Hace tres años –año de buenas lluvias– me invito “Nicho” Burquez pal Saucito, “paraje” al pie de la sierra en San Juan de la Costa, iba su hijo y él a “campear”, “chanza y agarramos un hijuelachingada”, me dijo; por compromisos no pude ir con el comprometiéndome de ir al día siguiente, invite a mi compadre “Rigo” Sánchez, compré un kilo y medio de carne para asar, tortillas de harina, verdura, café molino y azúcar; antes de internarnos en el cañón llegamos con el “Gordo” Almaraz por lisas y chopas para asar allá estaría esperándonos el “Nicho” o allí lo esperaríamos en caso de que no estuviera, tal como ocurrió; el arroyo estaba lleno de rebalses, la corrida del agua había borrado por completo el camino, así que los siete kilómetros que quedan de San Juan de la Costa por el cañón pa’ arriba hasta el “Saucito” fue cosa de ir desvarando, removiendo piedras, troncones y brazos de palo blanco, mezquites, palo colorado y rebalses de vinoramas y romerillos, ese día había caído un buen aguacero que sacó agua en el arroyo, ya por el tiempo que hicimos, la chinga que llevamos desvarando abriendo brecha con machete y el calor me agarró una “sequía” y un hambre de la chingada que de no ser porque el monte estaba mojado (leña), allí mismo en el arroyo habríamos asado las chopas.
Cerca del mediodía llegamos al “Saucito”, lugar muy agradable ubicado sobre la ladera de una loma cerca del arroyo donde hay un ojo de agua que brota de en medio de un palmar, el “paraje” estaba solo, el “Nicho” y su hijo desde muy temprano habían salido a buscar las reses, el “paraje” cercado con alambre de púas con un pequeño huerto con árboles frutales; mangos, guayabos, sidras, cirguelos rojos y colorados, limones y naranjos, un corredor rústico con techo de palma muy bien hecho, abastecido con agua que traen por gravedad desde el arroyo, precioso lugar que creo que es de un Talamantes casado con una Ceseña de San Juan de la Costa; en el improvisado “atizadero” (hornillas) una olla con frijoles sancochados y zurrapas de arroz en un sartén y párenle de contar, por fortuna habían metido leña en el corredor para que no se mojara lo que nos permitió revivir la lumbre para poner agua para colar café y que se hicieran brasas para dejar “caí” los pellejos que llevábamos (carne), las lisas y chopas, mi compadre se puso a picar verdura mientras yo tatemaba tomates y chiles serranos para preparar una salsa en el molcajete.
Cerca de las cinco de la tarde comimos, todo el día había estado lloviendo de chipi chipi, sobre el cañón pa’ arriba se veía mucho nuberio cargado de agua, justo cuando estábamos por terminar de comer llegó el “Nicho” y su hijo “paleteando” dos costales frijoleros, venían empapados de sudor, en los costales traían carne de burro, por error creyendo que era un venado le tiraron un “pajuelazado” a un bulto con la 30/30 y resultó que era un burro mostrenco, como iban por una semana aprovecharon para traerse la carne ya deshuesada para abastecerse, la verdad que tenían escaso “lonche” para una semana, acaso arroz, frijol y café; más de 80 kilos de carne deshuesada de los cuartos traseros, paletas delanteras y los dos lomos, en el monte dejaron los costillales, las vísceras y los huesos del espinazo; de inmediato el “Nicho” medio pulpeó un lomo y lo dejó “caí” en la parrilla rociándole sal entera, se veía precioso, gordo, de un color rojo encendido que le lloraba la manteca, yo no como carne de burro por supersticiones, conozco muchas anécdotas e incluso maldiciones bíblicas sobre los que sacrifican o matan burro, sin embargo se veía tan bien el lomo asado –corte grueso como un Rib eye steack– que no resistí la tentación de entrarle al lomo asado; jugoso, de excelente sabor.
El chipi chipi seguía, de pronto mi compadre Rigo Sánchez escucho ruido y una quebradera de palos en el arroyo, nos sorprendimos, venia bajando agua, mucha agua en el arroyo, ¡Híjole! Y ahora sí nos chingamos, justo cuando estábamos por regresarnos saca más agua el arroyo; “compa Víctor, me dice el “Nicho”, se van a tener que quedar hasta que baje el agua”; no nos quedamos sino que esperamos dos horas para que amainara la corrida del agua para emprender el regreso, el “Nicho” me regalo el lomo que quedaba y más carne, no le acepte más que el lomo, no lo desprecie porque es una descortesía solo acepté el lomo con la intención de regalarlo, en mi casa ni yo comemos carne de burro cuando sabemos que es de burro, con toda seguridad la hemos comido infinidad de veces pero sin saber, salimos ya bien entrada la noche del “Saucido” cruzando el arroyo por el cañón pa´ bajo a vuelta de rueda ´hasta llegar a la carretera en San Juan de la Costa, donde le regale medio lomo al “Gordo” Almaraz, feliz el “Gordo” con la carne de burro, con el otro medio lomo se quedó con el mi compadre Rigo Sánchez. ¡Qué tal!.
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