DOS PALABRAS / DEGENERACIÓN INMOBILIARIA

Por Flavio Díaz Mirón

 

Desde hace décadas hemos visto cómo las colonias que se caracterizaban por ser agradables y atractivas se tornan molestas y sobrepobladas. Y es que ahí está la fortaleza y la debilidad de vivir en un lugar de corte tradicional o clásico; los servicios están al alcance peatonal, los edificios y espacios están diseñados en dimensiones más humanas, y los detalles y estilos de las construcciones son de una calidad estética superior a los nuevos estilos minimalistas o ‘brutalistas’ del siglo XX. Al licuar todo esto en un contexto de escasez de lugares tranquilos, agradables y hermosos, no hay duda del potencial de rentas y de atracción de inversión en este tipo de lugares.

Empero, es una lástima que especuladores y desarrolladores no creen nuevos lugares con todas estas características ya mencionadas, las cuales garantizan el desarrollo económico del lugar no a 10 o 20 años, sino en múltiplos de 50 o 100 años.

Lo que deberían de hacer parecería obvio pero les es contraintuitivo: crear colonias y pueblos reales, es decir, no fraccionamiento de baja densidad, tampoco edificios de 40 pisos que contengan todos los servicios en su interior, sino asentamientos de usos mixtos, ingresos mixtos y con una diversidad (mas no disrupción) constructiva típica de los pueblos y ciudades que surgieron en este país desde los siglos XVI y posteriores.

La planeación de ciudades es la materia olvidada pero clave para descongestionar las urbes, que hoy ya no se dan abasto, y aumentar el nivel de vida de los habitantes en la provincia o interior de la república.

Es menester advertir que la especulación inmobiliaria no es un mal en sí. Es necesaria. Sin embargo, la especulación inmobiliaria actual deja mucho que desear a la hora de crear lugares agradables y sostenibles a largo plazo.

Además, gran parte de la gentrificación es causada por este problema: los profesionales no están creando lugares donde la gente quiera vivir. Ergo, la gente que puede se aglomera en los lugares que típicamente han sido exitosos, mientras que los que no pueden se van a las periferias e invierten en la autoconstrucción informal.

De hecho, ya el gobierno reconoce que la autoconstrucción informal es el principal medio de construcción de vivienda del país. Esto debería de alarmar a las escuelas de arquitectura y urbanismo de todo el país porque sus ‘usuarios’ los ignoran y construyen como pueden a su manera. Por otro lado, la construcción formal de viviendas ha sido un fracaso descomunal, dado que se registraron, según censos oficiales en 2021, 6 millones de viviendas deshabitadas o abandonadas.

Y según fuentes independientes, la cantidad de personas que necesitan de una vivienda digna son 14 millones. De este tamaño es el mercado y el escándalo con que vivimos día con día.

Por lo tanto, es urgente que la especulación inmobiliaria se eche un clavado a la historia de la construcción de ciudades del país y del mundo, y que estudien los casos de éxito para reproducirlos. Porque muy al contrario de lo que las universidades enseñan, la historia del urbanismo y la arquitectura no empieza en el siglo XX. Es la historia de la degeneración inmobiliaria a gran escala la que sí empieza en el XX y actualmente lo estamos atravesando.