ABCdario / ISLA MARGARITA

Por Víctor Octavio García

 

En memoria de mi abuela Sara García Cota QEPD

 

Esta anécdota me la platico mi abuela paterna varios años antes de morir, ella como como muchas y muchos sudcalifornianos hizo patria en varios estados del país -sobre todo en estados con costas- obligada por la necesidad y las circunstancias; su nombre Sara García Cota, nació en Caduaño en 1916 y murió en La Paz en 2005, a la edad de 89 años, de cuna muy humilde, sufrida y muy trabajada; tuvo un solo hijo, mi papá, después de “junto” con un marino con quien no tuvo hijos, a ella le debo mi agudo sentido de perspicacia.

Durante la II Guerra Mundial le tocó estar acantonada en Isla Margarita donde estaba -o está- la base naval, tres o cuatro años esperando lo peor, en las noches, según me contaba, apagaban todas las luces en la base militar, tenían prohibido hacer fogatas e incluso prender faroles en los “parajes” de los marinos, todo en total oscuridad, los marinos siempre estaban en alerta máxima en espera de cualquier llamado, los bombarderos gringos pasaban a ras de tierra sobre la isla para no ser detectados por los radares japoneses o embarcaciones niponas, justo en ese tiempo recibieron la visita del Gral. Lázaro Cárdenas en su calidad de Secretario de Guerra y Marina, quien como un soldado más le daba animo a la tropa.

Los marinos que vivían en la isla con sus familias tuvieron que levantar “parajes” alrededor de la base naval porque no podían tener a sus familias y esposas en la base, había un par de familias y un “paraje” de pescadores en la isla que no eran marinos pero que abastecían de alimento y agua a los marinos acantonados en la isla, entre ellos los hermanos Pedro, Justo y Wicho Ortega, el primero se dedicaba acarrear agua en dos burros a los marinos y a un “paraje” de pescadores y los otros dos hacían carbón, había un ojo de agua dulce en la isla “aguaje” de donde se surtían, así que todo el día Pedro Ortega, el “aguador”, se la pasaba acarreando agua en los dos burritos.

Todo estaba virgen en la isla, mucho pescado y mariscos, así que todos los días eran unos manjares a la hora de la del “perro” (comida); garropas, jureles, vaquetas, cochitos, huachinangos, cabrillas, langostas, pulpos, almejas, jaibas, caguamas etc., sin embargo les “pateaba” comer lo mismo aunque fuese buen pescado y mariscos, de allí que Pedro Ortega, el menor de los Ortega, en una panga de la base naval, apertrechado con un “saloncito” .22 -rifle de un solo tiro- lo pasaban a tierra firme para que buscara un venado o un chivo mesteño para comer carne fresca, así que los domingos, día que no acarreaba agua, se internaba en Los Llanos de Hiray en busca de una buena presa para abastecer de carne fresca a la hambrienta tropa, en ocasiones llegaba con una buena presa, en otras con las manos vacías.

En la noche, en medio de la oscuridad, todo era silencio interrumpido solo por las olas que venían a morir entre las piedras y los acantilados, los marinos en sus puestos, día y noche, y sus familias y esposas en los “parajes” haciendo patria; el rugir de los motores de los potentes bombarderos que surcaban el espacio aéreo de la isla y los rebuznidos de los burro de Pedro Ortega rompían la monotonía, para los Ortega, Pedro, Justo y Wicho, acarrear agua y hacer carbón no ofrecía otras alternativas más que entrarle a la chinga, al rudo trabajo de todos los días.

A Pedro Ortega lo conocí y trate, seguido visitaba a mi abuela, era seguidor y activista de la última etapa del FUS en 1965 que terminó con la renuncia de Bonifacio Salinas Leal como gobernador del territorio, alto, blanco y delgado, siempre en línea, usaba el bigote al estilo de Arturo de Córdova, “muy político para hablar” decía mi abuela, donde me lo encontraba siempre me preguntaba y le mandaba saludos a “Sarita”, mi abuela, le había tocado convivir con ella y con mi abuelo en isla Margarita durante la II Guerra Mundial, el acarreando agua y mi abuelo de marino, recuerdo que vivía por la calle Allende donde durante mucho tiempo vendieron carbón, varios de sus hermanos se dedicaban hacer carbón, no he investigado si fueron ellos u otros los que hacían carbón en la zona de “Los Peludos”, sobre los “Filos” (35), en la parte serrana del ejido Alfredo V. Bonfil, donde existen una intrincada red de accidentadas brechas sobre las que movían el carbón en carretones tirados por bestias, allá por 1950 y 1960, según me han comentado.

Mi abuela falleció el 2 de agosto de 2005, murió de vieja, no padecía ninguna enfermedad crónica, eso sí muy cansada, estando sus últimos días en cama, ya sin querer comer ni tomar agua, me dijo que quería descansar, dejándome un gran legado de vivencias, consejos y enseñanzas de las que he sido un afortunado heredero, vayan estas breves y humildes líneas como un modesto homenaje a una gran mujer, a una sudcaliforniana como muchas más que aportó su granito de arena en la formación del estado que hoy somos, un estado que dista mucho de haberse construido hace tres o cuarenta ocho años, descanse en paz.

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